nos hacemos de un lugar para fraguar centellas
transferimos nuestra valor a los aceros
calzamos al entendimiento yelmo de bronce
y salimos a jugar el juego de los dioses
pero el lugar del hombre es el descanso
la paz que engorda a sus corceles
el viento en la tarde de los hijos
los pastos verdes, el fruto del naranjo.
el lugar de hombre es el sudor del huerto
los oficios delicados del orfebre
los cantos y susurros de muerte que comparte
las caderas quebradas del goce compartido
cuando vamos a la guerra
vamos con la casa entera
somos el único escudo
que le queda a la inocencia.
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